(A Blas Infante)
Pretendéis que me calle y que coma mordaza,
que me guarde el secreto de las fincas medidas,
que me muerda la lengua y os salude en la plaza,
juegue en vuestro casino y bese a vuestras hijas.
Queréis que todo siga tapado como antes,
como si vuestras trampas no las supiera nadie.
Os tengo descubiertos los cuentos y las cuentas,
la doblez de los números con que mentís a Hacienda.
Me quisierais traidor, saludador y ciego.
Me quisierais sumiso, callándome jornales
con que tapáis miserias y les calláis las hambres.
Tú, a callar y vente al casino en la tarde;
Hablaremos de toros y de mujeres fáciles
y caldos de Jerez; tus actas notariales
levantarás al tiempo que brindis amigables.
Te volverás a casa con las briscas ganadas
y buenos puros dignos del Señor Blas Infante.
Tu verde será el fieltro de las bazas jugadas
y tu blanco la cal para tapar pintadas.
Una noche de plata, él a ella le dijo:
Tú no puedes con ellos tenderme igual trampa.
Tú me debes los besos que te dio mi esperanza,
yo te debo los besos que te había prometido
y tú a mi y yo a ti, nos debemos los hijos.
La ventana entornada,
las puertas bien abiertas,
en lo alto de la loma,
la lomita de Coria.
La niña vio su casa imposible y ajena,
violada por la Tierra, sus gentes y sus penas.
El hombre de su vida pagó todas las deudas.
La sangre jornalera corriéndole las venas.
Enrique Iniesta Coullaut-Valera