viernes, 4 de septiembre de 2009

Y llega Blas Infante

Contar una historia que nos enreda y nos remite a la propia interesa y estimula.

Llevo, veintitrés años llevando la historia de Blas Infante por toda Andalucía y su exilio.
La fuerte entrañable figura de D. Blas conmueve, remueve, ilumina, motiva a auditorios de todo color. La gente se sorprende. Con los ojos te dicen que sí y siguen la aventura como propia hasta un grado casi de hipnosis. Se tiende una complicidad nada frecuente.

El recelo producido por la sobrecarga y el descredito de lo político se desvanece.
La dificultad subida que provocan los excesos de algún nacionalismo forastero se vuelve simpatía, y hasta identificación en cuanto la conducta de Infante aclara sus planteamientos y sus ideas.

Y es que no hay mejor teología que contar la vida de Cristo ni mejor transmisión ideológica que seguir con rigor y calor la pequeña historia del ideólogo.


Su biografía acompañada de jornaleros, -siempre-, de paisanos de su pueblo natal y de sus notarías en Cantillana, Isla Cristina y Coria del Rio, compañeros de escuela y colegio de su casares y de Archidona o Málaga, escolapios archidoneses, franciscanos del Aljarafe, masones románticos, maestros populares, teósofos pintorescos, políticos conquistados con su personalidad atrayente, pequeños industriales y comerciantes, flamencos, idealistas lideres, anarcos, andaluces en Rabat exiliados desde los años moriscos…resulta un fresco total de la Andalucía noble, inquieta, pacifista, cuando su maltrato hubiera explicado la revolución con sangre(…)

¡Ah!, ofrézcale un cenicero de Níjar. Es un fumador impenitente.

Enrique Iniesta Coullaut-Valera


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